Dr. (PhD.) Emilio Duharte Díaz
61 años
Profesor Titular (Professor)
Universidad de La Habana
Cuba
- [ru] Мир капитала – глобальный. Солидарность трудящихся тоже должна быть глобальной.
- [es] El mundo del capital es global. La solidaridad de los trabajadores tiene que ser también global
1. Tomando en consideración la experiencia de los países del “viraje a la izquierda” en América Latina en los dos últimos decenios, ¿es posible el triunfo de la revolución por el camino no armado (el que se llama mayormente “pacífico”)? Junto con esto, ¿es posible la llegada de los trabajadores al poder por medio del amplio frente popular, con el empleo de los mecanismos electorales burgueses?
Tosas las interrogantes sobre el mundo actual, más si se trata del campo de las Ciencias Sociales y Políticas, son extremadamente complejas.
Ninguna vía para la toma del poder político revolucionario puede ser absolutizada. De hecho, como norma, no se logra el triunfo de la revolución por un camino “puro”. Los clásicos del marxismo nunca fueron categóricos al determinar la vía para la toma del poder político. Tampoco negaron la posibilidad de que, en la estrategia y la táctica revolucionarias en el camino hacia el poder, puedan combinarse diferentes formas de lucha.
Por eso, la elección de las vías armada o “pacífica” depende de múltiples y diversos condiciones y factores. La vía armada puede tener distintos grados de violencia, incluso, momentos o períodos de transformación pacífica. Generalmente, la llamada vía “pacífica” es también relativa, pues por ese camino pueden darse también las condiciones que aconsejen la adopción de formas no pacíficas, al tener que enfrentarse a los intentos –internos y externos- de subvertir el orden revolucionario, lo que sucede con mucha frecuencia.
La llegada de los trabajadores al poder por medio del amplio frente popular, con el empleo de los mecanismos electorales burgueses, ha sido una experiencia en varias regiones, especialmente en América Latina en las dos últimas décadas. Pero ha generado también lecciones que muestran errores distintos en el proceso de toma de decisiones; entre otros, los siguientes: Baja percepción del riesgo de perder el poder, ingenuidad política en algunos líderes, políticas económicas fallidas, insuficiente trabajo de formación intensiva de nuevos cuadros con sólida preparación técnica y revolucionaria, y débil dirección colectiva de los procesos sociales. Destaca también la exigua atención a un riguroso proceso educativo por el fortalecimiento de la identidad nacional, cultural y política que enfrente con éxito la globalización neoliberal, que no es solo económica, sino también política, cultural e ideológica. Este trabajo no se hace solo a través de consignas –que son importantes, pero no suficientes- sino mediante una argumentación sólida y una obra social convincente en los órdenes material y espiritual.
Si bien es válida la llegada de los trabajadores al poder con el empleo de los mecanismos electorales burgueses, no se puede consolidar el poder revolucionario “jugando” con el electoralismo y el parlamentarismo burgués. Sería lo mismo que insertarse en el mercado político liberal, no acorde con la lógica y la ética revolucionarias. Un error imperdonable es la no creación de nuevas estructuras e institucionalidad económicas, políticas y de seguridad que representen y defiendan el nuevo poder político revolucionario ante las amenazas internas y externas. Hay que cambiar las reglas del juego político, sin renunciar a aquellas que refuercen la igualdad, la justicia social y una democracia integral (económica, política, cultural, de derechos humanos…) para los más amplios sectores sociales –incluyendo los antes marginados- de cada país.
En conclusión, puede triunfar la revolución –en el sentido de la toma del poder político- por una vía pacífica, pero el transcurso posterior de los acontecimientos hacia la consolidación integral del proceso puede estar “teñido” de coerción o violencia, como lo muestran algunas experiencias en el mundo, especialmente en América Latina, cuando las fuerzas de oposición intentan, por la fuerza, detener la marcha de las trasformaciones sociales. No hay que olvidar la indicación leninista: Una revolución vale solo si sabe defenderse. Y ella no debe limitarse al empleo de los mecanismos electorales burgueses, sino que debe ir modificando paulatinamente este sistema electoral y la institucionalidad política y jurídica en general para garantizar una nueva constitucionalidad basada en la justicia social de nuevo tipo. Lo ideal en este camino sería la negociación y el consenso. Lo real es que hay que estar preparados para enfrentar con éxito los intentos de subvertir el orden logrado democráticamente. Los movimientos y organizaciones de los trabajadores no pueden ser presas de la ingenuidad política.
En relación con lo anterior hay que subrayar que, en los años más recientes, ha cobrado fuerza en el subcontinente latinoamericano y caribeño la llamada “judicialización de la política” o “politización de la justicia”, según los puntos de partida del análisis. Se ha usado esto como mecanismo engañoso y, por tanto, ilegítimo, para apartar del poder o evitar el acceso a este, de fuerzas políticas progresistas y revolucionarias. Por tanto, el poder político de los trabajadores debe incluir la reforma del poder judicial como parte del proceso de creación de la nueva institucionalidad política y jurídica.
2. ¿Es vigente hoy la necesidad de la dictadura del proletariado? ¿Cuáles pueden ser las formas de su realización? Contestando a esta pregunta, se ruega tomar en cuenta que la misma noción “proletario” tiene que ser precisada, como resultado de la revolución tecnocientífica, cambios del nivel de la educación de la población, etc.
Dictadura del proletariado es un concepto del marxismo clásico que, sin dudas, tiene un valor teórico importante. Sin embargo, es un término que desde hace mucho tiempo resulta difícil su empleo en las luchas revolucionarias concretas por los grandes prejuicios que ha generado la palabra dictadura. Especialmente en América Latina es prácticamente imposible basar la lucha revolucionaria en estos términos por las amargas experiencias de las dictaduras militares de los años 60 a los 80. Pero también originaron resentimientos los malos usos de la dictadura del proletariado en algunos países socialistas que olvidaron la arista democrática de este concepto, que sí está presente en la obra del marxismo clásico. Por eso, me parece conveniente rescatar el concepto de poder político de los trabajadores planteado por Marx y Engels en El Manifiesto del Partido Comunista. No se trata de renunciar al contenido de defensa firme del poder revolucionario ante los intentos de derrocarlo, ni a la idea del poder real de los trabajadores. Lo que se quiere subrayar aquí es la necesidad de no aferrarse mecánica y dogmáticamente a un término que fue desprestigiado no solo por los enemigos, sino también por algunas fuerzas dentro de las propias filas revolucionarias.
Otro asunto a tomar en cuenta aquí es que la noción de proletariado del siglo XIX ha cambiado de manera significativa, lo que ha estado motivado, ante todo, por los sustanciales cambios en la estructura socioclasista de las sociedades durante la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI, provocados por las revoluciones científico-técnicas que han tenido lugar en el mundo. La estructura de la clase obrera ha cambiado sensiblemente. Han surgido nuevos actores económicos y sociales, portadores de nuevas visiones políticas e ideológicas. La estrategia y táctica de nuevas alianzas socioclasistas, con intereses también de igualdad y justicia social, son fundamentales para la revolución. Por ejemplo, un error importante en algunas experiencias en América Latina ha sido el insuficiente trabajo de atracción de la clase media a la causa de la revolución.
3. En el futuro previsible, ¿es posible el triunfo de la revolución en los EEUU y otros centros del imperialismo global?
En este tema los pronósticos podrían ser muy reservados. A corto plazo no se prevé el triunfo de la revolución en los EE.UU. y otros centros del imperialismo global. Pero sí la sucesión paulatina de una serie de acontecimientos que obliguen a las élites del poder de esos países a introducir determinados cambios en las esferas económica, política, social y cultural. La pandemia Covid-19, por ejemplo, “ha desnudado al Príncipe”, como hizo Maquiavelo en su época y luego Carlos Marx, cada uno desde sus perspectivas. La pandemia ha demostrado de manera trágica los límites del capitalismo, de su economía “globalizada”, de su liderazgo político, de su “pensamiento único” y la fragilidad de las políticas públicas que en la mayoría de esos países se desarrollan, entre ellas su política exterior (Duharte, 2021). Pero el cambio no se producirá automáticamente. Las fuerzas revolucionarias tienen que “empujarlo”. A mediano y largo plazos, y como resultado de acciones coordinadas internacionalmente, será posible remover los cimientos de ese sistema. Cada vez la gente se convence más que el mismo genera mucha riqueza material –ya sabemos que limitada por fenómenos como una pandemia- pero que no es capaz de elevarse a los mismos niveles en la creación de riqueza espiritual y en la distribución equitativa y justa de la producción social y de las cuotas de participación real y efectiva en la toma de decisiones.
4. ¿Cuáles son las causas del declive del movimiento comunista en el mundo? Nos duele plantear tal pregunta. Pero no se puede ignorar que en muchos países los comunistas tienen menos partidarios entre los trabajadores y explotados, que los movimientos autodistanciados de la política, o los de carácter ultraderechista, populista o puramente demagógico.
Las causas del declive del movimiento comunista en el mundo son diversas:
a) La debacle del socialismo en Europa del Este y la antigua Urss, que propinó un fuerte golpe al movimiento comunista y revolucionario mundial, y puso en crisis la teoría y la práctica del marxismo revolucionario y del socialismo marxista[1] .
b) La renuncia a los proyectos revolucionarios y a la ideología comunista por parte de muchas fuerzas políticas impactadas por el derrumbe del sistema socialista mundial o que, directamente, traicionaron el movimiento comunista.
c) La intensa actividad anticomunista dirigida desde las élites del poder imperialista global, que utiliza las grandes transnacionales de la desinformación para imponer su agenda mediática.
d) El descrédito de las ideas comunistas entre las grandes masas trabajadoras y otros grupos explotados por el gran capital.
e) El débil trabajo ideológico y político-educativo de muchos partidos comunistas que, por un lado, no han logrado desprenderse del doctrinarismo y del dogmatismo, ni han convencido sobre la posibilidad de un marxismo renovado y creador. Por otra parte, no han sabido atraer a sus filas –o aliarse por objetivos revolucionarios más amplios- a fuerzas sociales y políticas tradicionales y a nuevas fuerzas que también tienen intereses anticapitalistas y antiimperialistas.
f) Otra causa son los errores cometidos en algunos de los actuales países en transición al socialismo, o que se plantean en general objetivos revolucionarios, que no han logrado poner su economía en condiciones de garantizar un adecuado nivel de bienestar material sostenido para todo el conjunto social. En este análisis no se pueden obviar los impactos negativos ocasionados por la creciente agresividad de EE.UU. y otros países del imperialismo global, que imponen nuevos bloqueos y sanciones –totalmente ilegítimos- a países que no responden a sus intereses imperiales. La tarea del movimiento comunista es realizar las transformaciones internas necesarias –sin temer a los riesgos, pero previendo cómo gestionarlos- que neutralicen los efectos de las agresiones imperialistas. En ello retomamos la idea de las necesarias alianzas, ahora a nivel global: Alianzas solidarias y antiimperialistas con países dispuestos a obstaculizar los planes de dominación global de EE.UU. y sus aliados y fortalecer el multilateralismo en el sistema internacional.
5. En el mundo contemporáneo, ¿en qué medida es válida la existencia de los partidos comunistas a escala nacional? Hoy y en el futuro, ¿cuáles pueden ser la lógica y las perspectivas del desarrollo del partido comunista?
En el mundo contemporáneo es completamente válida la existencia de los partidos comunistas a escala nacional. Más aún: es imprescindible. La consolidación de las fuerzas sociales y políticas enfrentadas al gran capital no puede prescindir de la presencia, entre otras, de una teoría filosófica, económica, política y social tan sólida como el marxismo. Esta perspectiva –no limitada a la obra de Marx, sino contentiva de las ideas de sus continuadores y desarrolladores hasta la actualidad- es, al día de hoy, la única visión epistemológica y metodológica de análisis de la realidad social que, a pesar de los errores en su devenir, mantiene vigencia y es capaz de autorrenovarse y representar los intereses de las más amplias masas populares. Las premisas que dieron lugar al surgimiento del marxismo no han desaparecido, ni el capitalismo mundial ha sido capaz de dar solución a los problemas globales de la humanidad. Tampoco los países desarrollados han resuelto los problemas sociales de importantes sectores de la población, ni de todo el conjunto social respecto a algunos problemas. Igualmente, se mantienen latentes las causas del subdesarrollo y de la pobreza extrema de millones de seres humanos en el mundo. La pandemia Covid-19 puso más al descubierto estas y otras carencias.
Los partidos comunistas tienen importantes tareas en la lucha por la solución de estos problemas. Pero tienen que transformar la lógica y las perspectivas de su desarrollo. ¿En qué direcciones?:
- Tienen que esclarecer los conceptos socialismo y comunismo, sobre los cuales existen hoy grandes confusiones terminológicas; sufren hoy interpretaciones, tergiversaciones y manipulaciones disímiles. El término socialismo ha tenido un uso plural. Con él se denominan corrientes de pensamiento, sistemas sociales y partidos políticos diversos: marxistas, socialdemócratas, algunos demócrata-cristianos y otros. La propaganda capitalista, como norma, sataniza el comunismo, identificándolo con determinados modelos deformados de socialismo. Las tergiversaciones acerca de qué pretende en realidad una sociedad comunista son muchas veces burdas y, por supuesto, engañosas. Una táctica de las élites internacionales y de las oligarquías nacionales es no reconocer los logros del socialismo, enumerar los errores de la construcción socialista en distintas sociedades –algunos de ellos graves- e intentar asustar al amplio público con la idea de que eso es el socialismo o el comunismo. Esto, lamentablemente, les ha dado resultado, provocando el rechazo de personas humildes y de otras, no tan humildes, pero desconocedoras del ideal comunista primigenio de Marx.
- Los partidos comunistas tienen que suprimir los dogmas y doctrinarismos que afectan la teoría revolucionaria del marxismo. No es nada nuevo; ya lo habían alertado los clásicos. Uno de los dogmas se relaciona con el enfoque teórico –económico y político- de la propiedad en el socialismo. Este sigue siendo un problema impreciso. Alrededor de él —especialmente en lo referido a la propiedad privada y sus posibles niveles— continúan las polémicas. Momentos importantes de estas fueron las sesiones críticas del Consejo de Ayuda Mutua Económica (Came), en sus postrimerías, cuando esta cuestión estuvo —evidentemente de manera tardía— en el centro de los debates. La concepción marxista clásica acerca de la propiedad social sobre los medios fundamentales de producción nunca se previó como una socialización total, como fue realizado en varias experiencias socialistas. Los Estados revolucionarios podrían en la actualidad concentrarse en la elevación de la eficiencia de esos medios fundamentales de producción –haciéndolos en realidad propiedad de todo el pueblo- e introducir reformas sociales fundamentales –con calidad- sin ocupar tiempo y recursos en actividades que el sector no estatal puede garantizar (Duharte, 2008). Las nuevas formas de gestión, de pequeña y mediana propiedad privada, no riñen con el socialismo como sistema y permiten que la iniciativa individual del ciudadano o las cooperativas resuelvan múltiples problemas de la población para lo cual el Estado no está destinado.
Las relaciones de este tema con la legitimidad, el consenso y la participación, merecen especial atención desde las ciencias sobre la economía y la política.
- Los partidos comunistas tienen que, definitivamente, aprender el arte de las amplias alianzas políticas. En época de neoliberalismo, en medio de una propaganda total contra el socialismo y el comunismo y luego de una pandemia destructora, los comunistas no se pueden dar el lujo de intentar andar en solitario, buscando un socialismo o comunismo puros. Ello no es posible en las actuales condiciones. Hay que avanzar en el establecimiento de nuevas alianzas socioclasistas, como se planteó el inicio de este trabajo.
- Desde su trabajo de captación de nuevos miembros, en sus campañas políticas o en otros escenarios de realización de la revolución, los comunistas deben también esclarecer las relaciones entre los conceptos de igualdad, equidad y justicia social, declarando su decisión de enfrentar el igualitarismo desigual e injusto. El igualitarismo es una errónea concepción de la igualdad que excluye la individualidad, una tendencia económico-social, política y cultural que ampara, sobre el entendido de la preeminencia de lo social, un aparente tratamiento y asignación de valores igual para todos, que descarta el tratamiento diferenciado en la distribución de los recursos a sectores e individuos concretos por la cantidad, calidad y complejidad del trabajo y de los aportes que hace a la riqueza social; o sea, es la subestimación e, incluso, la negación del principio marxista de distribución de acuerdo al trabajo, en correspondencia con los resultados y la calidad de la producción, material o espiritual. (Duharte, 2018).
La lucha contra el igualitarismo no niega, por supuesto, la observación de otro principio: la distribución de acuerdo a los fondos sociales de consumo creados por el socialismo, o sea, los fondos para gastos sociales, la necesidad de tener en cuenta la posibilidad de compensaciones a diferentes grupos poblacionales y de subvención no a productos, sino a personas, sectores o grupos vulnerables específicos –lo que algunos llaman inversión social-. “Socialismo significa justicia social e igualdad, pero igualdad de derechos, de oportunidades, no de ingresos. Igualdad no es igualitarismo. Este, en última instancia, es también una forma de explotación…” (Castro Ruz, Raúl, 2008). La relatividad y carácter incompleto de la igualdad hace pensar, a mi juicio, que la definición más adecuada como objetivo del socialismo podría ser la lucha por la mayor justicia social posible. Y esta es una tarea ante todo política. (Duharte, 2018) La solución de este problema contribuiría a la relegitimación permanente del sistema socialista.
- Un asunto crucial en la lógica y las perspectivas del desarrollo del partido comunista es el esclarecimiento de su posición ante la democracia. A mi juicio, el criterio fundamental e indicador por excelencia del perfeccionamiento democrático es el desarrollo, de manera continua, de las formas, vías y mecanismos de participación popular cada vez más amplia, activa, directa, sistemática, creativa, real y efectiva de todos los sectores poblacionales no solo en los procesos electorales, sino en la elaboración y toma de todas las decisiones políticas más trascendentes (estratégicas) del país. Los criterios para determinar la efectividad de la participación es un asunto no resuelto en esencia por las teorías liberales y el sistema capitalista; tampoco lo han hecho en toda su dimensión las Ciencias Políticas marxistas y las experiencias socialistas, aunque estas últimas hayan ofrecido algunos adelantos teóricos y ejemplos prácticos en la consecución de ese ideal político. (Duharte, 2018)
- Debe desarrollarse un proceso sistemático de perfeccionamiento de la estructura política y el funcionamiento del Estado, el que debe regirse por ese criterio esencialmente participativo. Desarrollar el fortalecimiento y sistematización de la práctica política de renovación periódica –incluyendo el paulatino rejuvenecimiento- no solo de todas las instancias del Estado, sino también de todos los componentes del sistema político. Es imprescindible crear los dispositivos político-jurídicos –incluyendo una entidad, órgano o instituto correspondiente- que garanticen la real transparencia y acceso a la información de acuerdo a los objetivos socialistas.
- Una tarea crucial, directamente relacionada con los puntos anteriores, es la elevación de manera constante del papel político de los colectivos laborales (colectivos de trabajadores) como fundamentos del sistema democrático-participativo. Ello significaría otorgar mayor poder a los trabajadores, lo que significa consolidar la base misma del sistema político. Es conocido que, en el orden teórico, no se consideraron durante mucho tiempo los colectivos laborales como elementos del sistema político de la sociedad de transición al socialismo. Esta idea comenzó a tomar fuerza en la literatura científico-social de los países socialistas en la primera mitad de los años 80. Lamentablemente, la idea no alcanzó a materializarse en su verdadera dimensión, ni lo ha hecho hasta ahora.
- Hay que perfeccionar el sistema electoral socialista. Dentro de ello, ampliar los mecanismos de elecciones directas.
- Una cuestión tampoco resuelta por las experiencias socialistas es la relación entre el partido comunista con el Estado y su democratización creciente. Ante todo se debe debatir qué sistema de partidos se va a adoptar. A partir de ello, resolver las demás polémicas. En la práctica política, ninguna experiencia socialista anterior unipartidista ha logrado plenamente la separación de las funciones del partido comunista con las del Estado. Habría que analizar qué lecciones aportan las experiencias actuales. El partido comunista debe tener como una máxima que, en su lucha por la democracia socialista, debe comenzar por perfeccionar sus propios mecanismos de democracia interna, su estilo y métodos de trabajo, y su interrelación con los demás elementos del sistema político. Considero también viable, por ejemplo, que algunos posibles nuevos mecanismos electorales dentro del Estado –como la ampliación de las elecciones directas- puedan aplicarse al partido (o a los partidos, según sea el caso), así como a las demás organizaciones políticas y sociales.
El fortalecimiento de la autoridad del partido –o su papel dirigente en la sociedad si fuera partido único- debe estar regida no porque la Constitución o alguna ley se la otorgue formalmente, sino porque el mismo partido se legitima con el apoyo popular, garantizando la unidad con las masas en torno a objetivos socialistas más amplios. Es decir, autoridad real, legitimidad y consenso serían las palabras de orden.
Concluyendo las ideas de esta pregunta: Para que los partidos comunistas retomen la vanguardia de la lucha de masas, deben ser transparentes en sus posiciones políticas, esclarecer las concepciones que presiden su lucha revolucionaria, promover la verdadera democracia con participación real y efectiva y garantizar, a partir de un gestión económica eficiente, el bienestar material y espiritual de las personas en un sistema socialista. Si se logra esto, no podrá haber otras organizaciones ni movimientos autodistanciados de la política, o ultraderechistas, o populistas demagogos que estén en condiciones de superarlos en el trabajo de masas y en el logro del amplio apoyo popular.
Habrá que estudiar nuevamente las experiencias de preparación, triunfo y primeros años de la Gran Revolución Socialista de Octubre, así como los logros y errores del socialismo en la Urss y otros países. En ello hay lecciones relevantes para la lucha por la revolución socialista en el mundo de hoy.
6. ¿Por qué las viejas formas de la lucha económica del trabajo contra el capital, como la huelga, no llevan a los trabajadores los resultados deseables? ¿Qué formas de la lucha económica y política son posibles y necesarias ante las condiciones actuales, y ante las previsibles de mañana?
He sido un poco extenso en otras respuestas. En esta solo diré que, en mi opinión, las viejas formas de la lucha económica del trabajo contra el capital no ofrecen los resultados deseables a los trabajadores porque, entre otras causas y factores, está ausente en ellas un atributo necesario a la actividad revolucionaria: La integralidad de la lucha. Un movimiento exitoso solo es posible si combina las diferentes formas de lucha de manera coherente, que abarquen la economía, la política, los aspectos sociales, la cultura y la ideología. De otra forma se produce una visión fragmentada de la realidad que conduce a soluciones parciales de los problemas de los trabajadores en las sociedades actuales.
Creo que es imprescindible armar a los movimientos o a los partidos políticos de los trabajadores de otro atributo fundamental: Un nuevo programa de lucha, elaborado rigurosamente, con mucha claridad y precisión, con base en la teoría del Marxismo renovada y creadora y, por tanto, libre de dogmas y doctrinarismos; en unas Ciencias Políticas con enfoque marxista, sistémico y transdisciplinar; y basado en el uso de las nuevas tecnologías y la innovación políticas con fuerte perspectiva social y humanista. Todo ello es imprescindible en la lucha revolucionaria del mundo actual.
7. ¿Cuáles son las formas prácticas de la solidaridad internacional de los trabajadores que son posibles y necesarias hoy y mañana?
La solidaridad internacional de los trabajadores –léase internacionalismo- no pueden considerarse “conceptos fuera de moda”, como nos quieren imponer desde las élites del poder capitalista neoliberal global. Sin embargo, para su tratamiento, considero que debemos retomar ese marxismo creativo e innovador del que hemos conversado, ajustado a las nuevas condiciones mundiales y a las particularidades de cada país. Sin dudas, los movimientos nacionales de los trabajadores y sus organizaciones necesitan la solidaridad de los movimientos de otras naciones que luchan por la igualdad, la justicia social y la democracia popular, y todos debemos estar atentos y responder, de acuerdo a las posibilidades, a las necesidades de colaboración y ayuda que demandan otros pueblos del mundo. Eso está en la esencia del comunismo.
El mundo del capital es global. La solidaridad de los trabajadores tiene que ser también global. La creciente agresividad imperialista alcanza el nivel mundial. Se impone, para contrarrestarla, la solidaridad internacional del mundo del trabajo.
Ahora, la prioridad de las formas de realización del internacionalismo hoy no son exactamente las mismas que en los años 70 u 80 del siglo XX. Ha cambiado el mundo y han cambiado nuestros países. Sin embargo, los trabajadores del planeta deben estar abiertos a la idea de que la solidaridad se ejerce tanto con los pueblos y fuerzas amenazadas por el imperialismo desde el exterior, como con aquellas que son desafiadas por el gran capital dentro de sus propios países.
Este tema es mucho más importante hoy porque otra vez se debate la pregunta ¿es posible el triunfo del socialismo en un solo país? Es un asunto polémico, pero tenemos derecho a opinar de manera objetiva: Tendría que ser un país muy fuerte capaz de resistir los embates del imperialismo globalizado y de las oligarquías locales dispuestas –u obligadas- a aliarse a interventores foráneos contra sus propios pueblos o contra la unidad de los pueblos con intereses comunes. Y en cualquier caso aparece nuevamente el tema de las alianzas políticas –ahora a nivel internacional- para poner freno al afán de dominación de Estados Unidos y sus aliados llamados “occidentales”, y también a las tendencias de otros países con tales ansias a nivel regional. América Latina es un ejemplo claro de la complejidad de esos escenarios. En este subcontinente los EE.UU. encuentran aliados fieles, Pero, a la vez, sin la solidaridad de gobiernos progresistas y pueblos de la región y de otros continentes, sería extremadamente difícil la supervivencia del socialismo o del llamado progresismo, en países como Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y otros.
Hay que realizar estudios científico-políticos de los posibles escenarios de lucha. Hay que prever todas las formas de solidaridad –viejas y nuevas- con los pueblos que luchan por la independencia, la soberanía y la justicia social. Con las clases, capas sociales, grupos y organizaciones progresistas –obreros, campesinos, intelectuales, indígenas, mujeres, jóvenes, agrupaciones étnicas, comunidades sexodiversas…- hay que encontrar un consenso, una conciencia colectiva de enfrentamiento a las fuerzas dominantes y la necesaria solidaridad ante intereses comunes. La elección de las formas de solidaridad dependerá de cada escenario nacional e internacional y hay que estar preparados y dispuestos a enfrentar los escenarios cambiantes.
BIBLIOGRAFÍA:
- Marx C. y Engels F. Obras escogidas.
- Lenin V. I. Obras escogidas.
- Obras de J. Martí, Rosa Luxemburgo, A. Gramsci, J. C. Mariátegui, F. Castro y otros pensadores clásicos y contemporáneos.
- Castro, Raúl (2008). Conclusiones de la primera sesión ordinaria de la VII Legislatura de la ANPP (11-07-2008). Granma, http://www.granma.cubaweb.cu, o en www.granma.co.cu, o en www.cubaminrex.cu
- Duharte Díaz, Emilio (2021). Políticas públicas a debate: Lecciones para una Cuba pospandemia, Revista Universidad de La Habana, No. 292, enero-junio (aprobado para su publicación).
- Duharte Díaz, Emilio (2018). The Cuban Political System: Current Status and Possible Reforms for an Integral and Democratic Participative Transformation. International Journal of Cuban Studies, Vol. 10, No. 2, pp. 175-208. “Winter 2018”, Pluto Journals, U.K. www.jstor.org/stable/10.13169/intejcubastud.10.2.0175, http://www.plutojournals.com/ijcs/
- Duharte Díaz, Emilio (2015). Actualización del modelo: ¿solo económico? A propósito de las relaciones entre reformas políticas e irreversibilidad del socialismo en Cuba. Revista Universidad de La Habana, No. 279, 2015, ISSN 0253-9276, SciELO (Scientific Electronic Library Online – Biblioteca Científica Electrónica en Línea), http://www.scielo.org.
- Duharte Díaz, E. (Compilador y editor científico) y coautores (2014). Teoría y Procesos Políticos Contemporáneos, Tomos I y II. La Habana: Ed. “Félix Varela”.
- Duharte Díaz, Emilio (2008). Reformas y probables tendencias de desarrollo del sistema político cubano. Revista TEMAS. Cultura, ideología y sociedad, No. 56.
Примечания
- Por marxismo revolucionario entiendo la teoría originaria de Marx, enriquecida por el pensamiento innovador de sus variantes posteriores, en especial del marxismo crítico. Socialismo marxista es, por tanto, un socialismo revolucionario, auténtico, más humano, más democrático, próspero, sostenible, ampliamente participativo, más renovado y creador, adecuado a las particularidades concretas de cada país, libre de doctrinarismos, dogmatismos, esquemas y tergiversaciones disímiles, como las que provocaron el colapso del sistema de Europa del Este y la Urss y que, en cierta medida, han afectado también otras experiencias socialistas. ↩